Razones de voto, ¿qué está pasando en Murcia?
Para
poder responder la pregunta que nos hacemos es necesario entender el contexto
social que hay, no solo en la Región de Murcia, sino también a nivel nacional. España
se encuentra en un momento de crispación en relación a la cuestión catalana,
tema clave para entender lo sucedido en la Región el 10N. No obstante, la Región
de Murcia también tema un tema propio en la agenda, la situación del Mar Menor,
que dio lugar a una de las manifestaciones más multitudinarias de la Región.
Esto resulta curioso al compararlo con lo sucedido en las urnas, ¿qué ocurre
con el elector murciano? ¿Han empezado a diferenciar elecciones regionales y
nacionales?
Una de las causas que pueden explicar el
comportamiento electoral de los murcianos es el funcionamiento del sistema de autonomías.
La constitución de 1978 organizó el territorio español en autonomías, que se
distribuyeron, aproximadamente, a las anteriores regiones creadas por el ministro
de la gobernación en 1833, Javier de Burgos. Uno de los principales
motivos de esta división territorial, fue atribuir diferentes competencias a
las regiones, ya que después del franquismo (1939-1975), territorios como el
País Vasco o Cataluña, a la que se le prohibió el uso de su lengua y la
difusión de su cultura, demandaban cierta autonomía respecto al Estado español.
Sin embargo, y aquí viene el listado negativo, si repasamos
cada uno de los Estatutos de Autonomía que regulan nuestra estructura política,
nos percatamos de que las competencias descentralizadas y transferidas a las
Comunidades Autónomas más desfavorecidas, son las que peor funcionan, en
situación de precariedad continua y sin aparentes posibilidades de solución.
Cultura, Vivienda, Servicios Sociales, Educación, Sanidad… son focos de
inoperancia en estas comunidades. Un claro ejemplo de esta situación es Murcia,
donde los excesos de una burocracia turbia, mal manejada por cargos públicos
que, ante la multiplicidad de competencias sobre una misma área, pueden
camuflar su irresponsabilidad echando culpas de su fracasada gestión al
Gobierno Central. De ahí el triunfo de Vox, que propone destruir directamente este
Estado de Autonomías que trata desigualmente a las Comunidades Autónomas, una
medida que suena, a oídos de muchos que no se paran a analizar, muy atractiva. El
problema está en la falta de alternativas: por un lado, está terminantemente
prohibido por nuestra constitución el federalismo (Art. 145, punto 1 del Título
VIII de la C.E.) y por otro, disolver las autonomías conllevaría una reforma de
prácticamente de toda la Constitución.
Para
entender el porqué del voto a Vox en estas últimas elecciones hay que hablar de
la Historia de la Región de Murcia, de sus movimientos sociales y su ausencia
de cultura democrática. La Región de Murcia es un territorio tradicionalmente
conservador debido a la gran fortaleza de la Iglesia Católica (por figuras como
el Cardenal de Belluga) y del propio conservadurismo (como el diputado Juan de
la Cierva y Peñafiel). El poder de estas élites era tan efectivo que, durante
la Restauración, cuando Cánovas del Castillo temía por su puesto de diputado se
presentaba a las elecciones por la circunscripción de Murcia, porque era tal el
poder del caciquismo en la Región que lo tenía por el escaño más seguro.
Aun así,
la naturaleza rural y minera de la Región permitió que, sin abandonar el
tradicionalismo, penetraran bien movimientos sociales y rebeliones. Tal vez el
caso más célebre es el de la Rebelión Cantonal de 1873, pero también cabe
destacar la lealtad que mantuvo a la Segunda República hasta el final de la
Guerra Civil o el hecho de que los primeros gobiernos autonómicos fueron del
Partido Socialista. Estos eventos muestran un carácter reivindicativo los
murcianos que se mantiene hasta nuestros días (como se ha podido ver tanto en
las manifestaciones pro-soterramiento y el 8M como en las protestas por el
estado del Mar Menor).
El
problema es que, por mucho espíritu rebelde y reivindicativo que tenga la
Región de Murcia, el fortísimo poder de las élites religiosas unido a la
pobreza del territorio llevan a una de las raíces de lo ocurrido el 10N: la
total falta de cultura democrática. Todas y cada una de las cosas que han
podido ocurrir para que esta Región no tenga sentimiento democrático han ocurrido.
Primero, la inmensa fuerza de la Iglesia Católica como vertebradora de la
Región de Murcia (en vez de tener esa fuerza los diferentes regímenes del
país); segundo, la represión de sus movimientos sociales, con la guerra al
Cantón de Cartagena y los castigos también a esta ciudad por ser la “última
ciudad de la República”, para dar después fuerza a los poderes conservadores;
tercero, la creación de un potente sentimiento nacional español durante el
franquismo, por la unión entre el régimen que lo promovía y la Iglesia Católica
que lo legitimaba, descartando completamente cualquier atisbo de sentimiento
regional; y cuarto la pobreza y alfabetización casi crónicas de esta tierra,
siendo la tasa de esto último aún de un 15% en los años 80, la segunda más alta de
España.
El batido
de los cuatro motivos da que, este 10 de noviembre, el votante murciano
acudiese a las urnas sin sentirse identificado con ningún partido progresista,
enfadado con los partidos del gobierno regional por su gestión del Mar Menor, teniendo
como primera prioridad la defensa de la unidad de España e ignorando el resto
de las propuestas de Vox porque solo quería hacer un voto temático.
"Soy
partidario de abrir la puerta de mi país o la puerta de mi casa a quien se la
quiero abrir" - Santiago Abascal.
Otro
factor importante para tener en cuenta a la hora de analizar el ascenso de VOX
en Murcia está correlacionado con la inmigración. El discurso de la
ultraderecha apela a un sentimiento visceral que señala, entre otros, a
sectores más desprotegidos de la sociedad.
En este
discurso encontramos posiciones abiertamente xenófobas, como la aceptación sin
prejuicios de la discriminación, diversas alusiones a la sustitución de las
vallas de Ceuta y Melilla por muros. Se preocupa de la violencia de género, que
a su vez niega, únicamente cuando ésta es ejercida por inmigrantes. También
culpa al inmigrante de recibir ayudas sociales, que son tratados de igual forma
que los españoles por las Administraciones Publicas, cuando no tienen ese
"derecho” bajo el lema "los españoles primero". Hace mayor
incisión en el veto migratorio si el país de origen es tradicionalmente musulmán.
Tras su mensaje también observamos como se trata de deshumanizar y criminalizar
a los menores extranjeros no acompañados, o MENAS, poniendo el foco en un
problema que se trata de magnificar y crear una situación de alerta, aumentando la
crispación entre vecinos y formando así a su chivo expiatorio particular.
Resulta
interesante observar ciertas contradicciones en este tipo de discurso que
vacían los principales argumentos, ya que por una parte está bastante aceptado
por todos los partidos el problema de una población envejecida por una parte y
por otra despoblación de áreas rurales, pero el argumento principal es que
sobran inmigrantes. España ha recibido de buen agrado a inmigrantes
cuando ha necesitado mano de obra, y además tiene (o debería de tener) cierta
solidaridad en una situación que han tenido que sufrir muchos españoles que
buscaron un futuro mejor fuera de nuestras fronteras.
Si
analizamos las estadísticas en los municipios de la región de
Murcia detenidamente podemos observar como coincide la concentración del voto
de extrema derecha y el porcentaje de inmigración sobre el total poblacional.
Habría
que plantearse si realmente es un partido xenófobo, o sería más correcto el
término aporofobia, ya que al inmigrante con dinero invitan a quedarse, y hacen
mayor incidencia en el inmigrante "ilegal", sin papeles o que “no
viene a trabajar”, según sus palabras, sino a cobrar ayudas.
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