¿Qué es el clientelismo?



Cuando hablamos de clientelismo debemos entender que esta práctica no tiene porqué implicar corrupción en la forma en la que la entendemos coloquialmente, si bien se da que el clientelismo venga acompañado de ciertos niveles de corrupción. No obstante, son prácticas independientes y una de ellas no tiene porqué implicar la otra. Así, podemos encontrarnos ante una situación de clientelismo que se produzca dentro de un marco legal, esto es así porque, por ejemplo, a la hora de elegir una empresa para otorgarle una determinada subvención, en lugar de elegir la empresa más prospera y productiva, es decir, dentro de las empresas que cumplen los requisitos la que los cumpla con la mayor eficacia y eficiencia, se elija, dentro de estas empresas, a la que tenga algún tipo de relación, ya sea familiar, de amistad o profesional, con el grupo o la persona asignada para decidir a quién otorgar dicha subvención.

Los beneficios que se obtienen de pertenecer a una red clientelar, en este caso para el que otorga las concesiones u otras variantes de esto a sus clientes, pueden ser de distintos tipos, entre ellos podemos encontrar la obtención de votos. De esta forma, el otorgar determinados favores a ciertas empresas, grupos o individuos se traduce en el aseguramiento de una cantidad sustancial de votos. También se producen beneficios individuales como conseguir un alto cargo en una empresa, en la que nunca se ha trabajado antes, tras retirarse de la vida política., las llamadas puertas giratorias.



Toda esta situación de entramados clientelares perjudican gravemente a la sociedad de un país, ya que el hecho de que no se beneficie a las empresas o entidades más productivas y eficientes provoca, por un lado, un importante desincentivo a toda la sociedad para prosperar, pues su trabajo no será recompensado como corresponde ya que privaran a las que dispongan del capital social adecuado. Por otro lado, genera una desconfianza generalizada en las instituciones por parte de toda la sociedad, de esta forma se genera una creencia extendida, que acaba siendo aceptada y considerada como válida, de que la mejor forma de prosperar es hacerlo al margen de las reglas establecidas, es decir, utilizando el capital social disponible. Esto provoca, a su vez, que haya más preocupación por conseguir el capital social adecuado para lograr avanzar que desarrollar las estrategias y sistemas adecuados para mejorar por medios propios.

De esta manera, la sociedad se resiente económicamente y, en concreto en España, nos aleja del desarrollo que se produce en los demás países europeos. No obstante, esta situación puede cambiar con el desarrollo de las instituciones adecuadas, que generen incentivos que de verdad valoren el trabajo y la productividad de las empresas, abogando por el verdadero desarrollo del país, y que castiguen severamente el clientelismo y el caciquismo. Esto acabaría con la creencia establecida de que es mejor ajustarse a las instituciones informales del clientelismo que seguir las reglas establecidas.


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