El lobby feroz.

Los infames lobbies, esas malvadas y sombrías organizaciones que llenan las democracias de corrupción, están con mucha frecuencia en voca de todos. Pero, ¿sabemos realmente lo que son? ¿Qué parte de culpa tienen sobre la corrupción ellos y qué parte tienen los Estados por no regularlos. Vamos a averiguarlo.

Un lobby empresarial está formado por un grupo organizado de personas que trabajan para multinacionales y tienen por objetivo que las administraciones públicas legislen a su favor, para ello ejercen presión sobre los decisores políticos.

Pese que el término "lobby" tiene una connotación negativa, y sus objetivos son intereses privados, no impide que el desarrollo  algunas de sus actividades sean beneficiosas para gran parte de la población.  Por ejemplo; puede existir un lobby que tenga interés en construir un parque eólico en un pueblo determinado y que esto repercuta positivamente en los ciudadanos. Con el fin de alcanzar este objetivo es posible que tenga que convencer a varios políticos para que aprueben su proyecto. Para ello necesitarán presentar un informe elaborado por expertos a los decisores políticos, para así poder convencerlos de su utilidad. Estos decisores pueden tomar la información de estos grupos de presión y como hemos explicado no es necesariamente negativo.

El problema nace, cuando se buscan otros cauces para ejercer presión, cuando las decisiones benefician únicamente a una empresa particular y perjudican a la población. También se puede considerar problemático cuando el país no regula explícitamente los límites y protocolos de los lobbies y actúan mediante procedimientos opacos, sin transparencia alguna.

Otro debate a raíz de estos grupos de presión es el de la participación democrática, ya que las empresas parecen poder participar en cada decisión política mientras que los ciudadanos se ven limitados a votar cada 4 años o en procesos superficiales, es por esto que los ciudadanos pueden sentir que no se les tiene en cuenta.

A su vez, un problema grave que existe si esto no se regula es la existencia de puertas giratorias, ya que un político puede legislar a favor de una empresa, por ejemplo eléctrica, y que una vez finalizada su carrera política en forma de devolución de favores se contrata a este político en un puesto relevante y bien remunerado de la misma empresa que ha beneficiado.


La regulación del lobbying pivota sobre tres pilares: legislación, registro y código de conducta. Analicémoslos:

La legislación es el paso más importante, ya que define qué es considerado un lobby, qué le está permitido hacer, cuánto debe esperar un alto cargo antes de entrar en una empresa que sea considerada lobby o cuáles son los procesos de transparencia. Países como España, Portugal o Noruega no cuentan con ella, mientras que otros como Francia, Estados Unidos o Reino Unido, sí. En Estados Unidos la ley obliga a que exista constancia de cuánto se ha gastado un lobby en una reunión con un alto cargo y viceversa.

Una herramienta para identificar a los lobbies es el registro de éstos. En países como Alemania o Italia; con una débil o inexistente legislación respectivamente; el registro de los lobbies es voluntario, lo que presenta lagunas a la hora de conseguir transparencia. Por otro lado, Polonia, Irlanda, o Canadá tienen registro obligatorio, pidiendo además que se especifique datos económicos y de influencia, e impidiendo mantener reuniones con grupos que no se hayan registrado.

Por último, contamos con los códigos de conducta de los lobbies y lobistas, que regula el comportamiento que deben tener y qué normas deben seguir. Italia, Polonia o Finlandia dejan la elaboración de estos códigos a la voluntad de los propios grupos, mientras que Francia, Irlanda y Austria obligan a tener uno.

Como hemos visto los lobbies no dejan de ser agrupaciones con amplio poder que están presentes de una manera o de otra en la vida de todos nosotros. Por ello, están en su derecho a poder ejercer su poder e influir en la toma de decisiones, pero ese poder se debe usar de forma justa y siguiendo unas reglas para impedir la corrupción. Solamente aceptando la realidad del poder de los lobbies en nuestra sociedad y que este poder es a la vez necesario y peligroso, podremos empezar a regularlo para conseguir una democracia mejor.

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